Este pequeño espacio, escondido como una gota de rocio en la hoja, es la estación de la no estación. El epicentro universal de un corazón sin nombre y sin dueño. Es lo que los sufies denominaban El Maqât la Maqât y los japoneses denominaban como Satori.

Arrodillado ante el arbol y su hechizo indetenible, transcribo aquellos poemas que son para mi inolvidables.
Cada uno me han hecho sentir multitud de sensaciones plenas e indescriptibles a través de la palabra. La primera vez que he leído estos poemas he sentido el desgarro y el gozo del intercambio libre y no espacial con el universo admirable que el poeta me ha ofrecido honestamente. Un intercambio que me consta que es plenamente evocador y transmisible.
Esa es, por ahora, mi única intención, transmitirtela a ti, lector fugaz, lector desconocido pero ya conocido.

Paul Gauguin. Te reroia

El susurro del viento, suspendido.


Tim Buckley-Song to the siren (Album Starsailor, 1970)



miércoles, 15 de julio de 2009

John Keats "Oda a Psiche"





Oh, diosa, escucha estos inarmónicos versos extraídos
de dulces forcejeos y amadas remembranzas,
y perdona que tenga que cantar tus secretos,
aunque sea a tu oído, suave como una concha;
sin duda hoy he soñado ¿O es que he visto
a Psique con sus alas estando bien despierto?
Yo erraba, sin pensar en nada, por un bosque
y de pronto, creyendo desfallecer de asombro,
vi dos bellas figuras tendidas una al lado de la otra, en la hierba, bajo un techado susurrante de hojas
y temblorosos brotes, y junto a un arroyuelo
que discurría casi sin ser visto.
Entre calladas flores -de raíz fresca y de mirar fragante-
azules, con blancura plateada, con purpúreas corolas,
yacían sosegadas sobre el lecho de hierba,
sus brazos enlazados, enlazadas su alas,
sin tocarse sus labios, pero sin despedirse todavía,
como si con su suave mano las separase sólo el sueño,
prestas a superar sus besos anteriores
al despertar al alba de su naciente amor.
Al joven de las alas pude reconocerlo.
Pero, ¿Quién eras tú, feliz, feliz paloma?
¡Eras tu su fiel Psique!


Oh, criatura última -con mucho la visión que yo más amo-
de todo el devastado linaje del Olimpo;
más bella que la estrella de Febo en su morada de zafiros,
que el Véspero, amorosa luciernaga del cielo,
pese a que no poseas templo alguno
ni altar lleno de ramos,
ni un coro de vestales que entonen un murmullo delicioso
en mitad de la noche;
sin voces, sin laúd, sin flauta, sin incienso
que despida el suspenso, oscilante incensario;
sin santuario, ni bosque, ni oráculo, ni fiebre
de profeta que sueña -palidez en sus labios-.

Oh, la mas luminosa. Es ya muy tarde para antiguos cultos;
muy tarde, muy muy tarde para la amada, la pagana lira,
cuando sagradas eran las ramas hechizadas de los bosques
y eran también sagrados el aire, el agua, el fuego.
No obstante, incluso en estos días tan alejados
de tan bellas creencias, veo claro tu vuelo
-aleteante entre dioses desfallecidos-,
lo veo y lo celebro, según se da en mis inspirados ojos.
Déjame ser, por tanto, el coro que te cante en un murmullo
en mitad de la noche;
ser tu voz, tu laúd, ser tu flauta, el incienso
que surge de oscilantes incensarios;
tu santuario, tu bosque, tu oráculo, la fiebre
del profeta que sueña -palidez en sus labios-.

Seré tu sacerdote y te haré un templo
en una nunca hollada dimensión de mi mente,
e ideas, como ramas, recién nacidas de un dolor gozoso
al viento le hablarán igual que pinos.

Estos oscuros, apiñados árboles, a lo lejos, en círculos,
cubrirán paso a paso escarpadas e indómitas montañas;
allí céfiros, ríos y pájaros y abejas
arrullarán a dríadas tendidas sobre el musgo,
y en esa vasta calma
un rojizo santuario vestiré
de entrelazadas parras que sepa urdir mi mente,
de brotes y corolas y estrellas nunca vistas,
de todo lo que invento con mi imaginación -la jardinera
que siempre planta flores que nunca son las mismas-.
Allí habrá para ti ese suave deleite
que conquista el sombrío pensamiento
y una brillante antorcha y una ventana abierta hacia la noche
que deje entrar al encendido amor.





Poema extraido de la edicion bilingüe "Belleza y verdad" editorial Pre-textos, colección la cruz del sur. Primera edición 1998.

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